Me llamo Eduardo. Tengo 55 años.
Mientras pienso cómo rellenar este espacio vacío, se me viene a la cabeza que cuando empecé en esto de ser funcionario ya hace más de treinta años usaba una máquina de escribir y papel carbón, y ahora tengo que abrirme un blog para hacer un curso de Igualdad entre Hombres y Mujeres. En 1990 era un jovencito con ganas de comerme el mundo a ritmo de Rock, que escuchaba en cintas de Casette, esas que se rebobinaban con un boli Bic, y ahora soy un "boomer". Hacía apenas dos años que había hecho la "mili", donde cabos primeros y sargentos chusqueros nos "animaban" cuando hacíamos instrucción llamándonos "nenazas" y "mariquitas".
Antes de eso, me había criado entre chistes que ahora tacharíamos de machistas, racistas, homófobos y otros apelativos similares, y que entonces eran comunes en televisión y en la calle, que todos reíamos, tanto hombres como mujeres, y que se contaban sin ninguna maldad y sin tener consciencia de la carga de intolerancia que contenían.
Me habían repetido hasta la saciedad que "tenía que ser un tío duro", y que los hombres no lloran.
Para algunas generaciones, no basta con aprender, también tenemos que "desaprender".
En 1978 el artículo 14 de nuestra constitución dictaminó que "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".
Si después de más de cuarenta años, todavía tenemos que hacer cursos de Igualdad para recordárnoslo, es que algo ha fallado o no hemos entendido como sociedad.
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